martes, 22 de octubre de 2013

El hipocentro.

Un sinsentido, un sentimiento. Un volcán, un sentimiento.

Buscamos la playa tras naufragar en el mar embravecido, y nos desesperamos al no encontrarla. Nadamos, constantemente, las olas nos sumergen bajo en mar, y vamos descendiendo. Tocamos fondo, ese fondo marino, esa tierra oscura, profunda, que está llena de innumerables peligros, como esos temibles peces con colmillos: anguilas, peces víbora... y al mismo tiempo maravillas, tal vez un barco pirata con algún tesoro oculto en su interior, con algún misterio en su más profundo corazón.
Sólo cuando dejamos de tener miedo a la oscuridad marina comenzamos a subir, aprendemos a nadar ascendentemente. Anhelamos nuestra playa y vamos en su busca, pero el camino no es sencillo. Se puede aprender a vivir en la profundidades, tus ojos se acaban acostumbrando a la penumbra, pero luchar contra las corrientes de agua es ardua tarea y fácilmente nos dejamos arrastras de nuevo al fondo. Es más fácil.

Hace tanto tiempo que llevo en el naufragio que a veces me cuesta recordar el cálido sol de mi playa de aguas cristalinas y azulinas, de cálida y blanquecina arena. Su orilla llena de conchas, caracolas, piedras, algas... de restos rotos de ese fondo. No hace ni frío, ni calor y la humedad del ambiente no es agobiante, sino hidratante y refrescante. Y huele a fruta mezclada con el salino aroma del mar. Lo recuerdo tan perfecto que llego a pensar que jamás existió esa playa, que mi mente la ha creado para brindarme tranquilidad interna, para decirme "Ese lugar existe, ve en su busca", pero creo que miente. Que me miento. Es mi cielo personificado, simple falacia.

Tan sólo me pregunto por qué, busco respuestas, y sigo descendiendo. Tal vez no deba seguir bajando, tal vez deba seguir la vía de la inmersión, la dimensión órfica. Bajar a los infiernos, pero a los míos. Mi Esfinge.
"Mi centro está en mí", frase del gran Miguel de Unamuno. Mi centro está en mí... mi centro, en mí. Sin embargo he optado por buscarlo en otro lugar, tal vez las corrientes de agua sean capaces de llevarme al hipocentro de mi terremoto interior. Al núcleo del error, de todos los errores. Necesito encontrarme antes de que el magma de mi interior comience a brotar por la chimenea del volcán, provocado, quién sabe, por algún movimiento sísmico.

"Vamos a localizar el núcleo del error
para estudiar su forma exacta y su composición.
Vamos a saber su origen y su relación
con la suma de las partes y su imperfección".