viernes, 26 de agosto de 2011

Azul y sol resplandeciente.

Cerró los ojos mientras pedaleaba suavemente sobre su vieja bicicleta, sin miedo a caerse. Seguro, sonriente, y con toda la libertad del mundo levantó una mano del manillar e inspiró todo el aire posible, alimentando así a sus pulmones, se lo engulló. Lentamente fue abriendo los ojos a medida que iba escupiendo el aire ingerido y sin ser apenas consciente comenzó a tararear una dulce canción de piano.